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Analgesia Epidural

El parto sin dolor es una vieja aspiración de todas las mujeres, así como de obstetras y matronas. Para conseguir hacerlo una realidad, se han probado numerosos métodos a lo largo de la historia. En los últimos años se ha pasado del método psicoprofiláctico, en la década de los 50, al uso de pentothal (anestésico general) a principios de los 60, iniciándose el uso de la analgesia locorregional a finales de los 60 y principio de los 70. En la actualidad, la aparición de nuevos anestésicos locales más potentes y de mayor duración, la mejora de la tecnología en la fabricación de instrumental, así como el mayor conocimiento sobre la repercusión sobre la madre, el feto y la dinámica del parto, ha hecho que se generalice el uso de la analgesia obstétrica.

La analgesia epidural actualmente es la única que ofrece una adecuada analgesia en todas las fases del parto, incluso permite realizar una cesárea si fuera necesario, siendo hoy en día la técnica más inocua para la madre y el niño.

El dolor en el parto es muy variable, evolucionando conforme lo hace el trabajo del parto. En la fase inicial del trabajo del parto, el periodo de dilatación, la parturienta refiere el dolor en hipogastrio, fosas iliacas (zona media del abdomen) y zona lumbar. A medida que progresa la primera etapa el dolor se hace más severo y se extiende a la región infraumbilical, lumbar alta y sacra. Cuando el cuello uterino alcanza la dilatación completa se inicia la segunda etapa del parto, el periodo expulsivo, donde el dolor se incrementa en la zona perineal.

Según los estudios realizados, en el 20% de los casos es dolor es muy severo, en el 30% severo, 35% moderado y en el 15% de los casos, las mujeres no sufren dolor. En las primíparas (mujeres que dan a luz por primera vez) el dolor suele ser mayor.

La analgesia epidural consiste en la inyección en el espacio epidural de anestésico local a baja concentración. El espacio epidural está situado alrededor de la duramadre, que es la membrana o meninge más externa que rodea a la médula espinal y al encéfalo. En este espacio epidural existe grasa, vasos sanguíneos y los nervios que se dirigen y salen de la médula espinal. Entre otras funciones, estos nervios transmiten las sensaciones dolorosas hacia el cerebro. El anestésico administrado en el espacio epidural baña a estos nervios lo suficiente como para impedir la transmisión del estímulo doloroso, con la que se consigue la analgesia.

La concentración baja del anestésico permite una analgesia adecuada con una limitación leve del movimiento. Sin embargo, la perdida parcial de la sensibilidad hace recomendable que las pacientes no deambulen, ya que existe un riesgo más elevado de caídas accidentales. En caso de ser necesario una cesárea, la administración del anestésico más concentrado nos permitiría una anestesia quirúrgica. En todo momento la paciente está despierta.

Para la administración del anestésico se realiza una punción en la columna vertebral, a nivel lumbar, con una aguja de grueso calibre, a través de la cual se coloca un catéter (tubo de plástico fino y hueco) en el espacio epidural, retirando a continuación la aguja. Este catéter permite la administración del fármaco de forma continuada, hasta el final del periodo de dilatación. El catéter se retira habitualmente tras el parto.

El momento ideal para iniciar la analgesia epidural es cuando la paciente haya comenzado la fase activa de dilatación o al comenzar una dilatación estimulada.

Como toda técnica médica tiene sus riesgos y hay que observar una serie de precauciones para su realización:

La paciente debe ser previamente informada y consentir (por escrito) la realización de la analgesia epidural. Debe permanecer en todo momento monitorizada, al igual que la dinámica uterina y la frecuencia cardiaca fetal.

No está indicado la realización en pacientes alérgicas a los fármacos que se van a utilizar, básicamente anestésicos locales, pacientes con problemas en la zona de punción (infecciones locales, ...) y pacientes con problemas de coagulación.

Las complicaciones son escasas (1-5% de epidurales), y habitualmente fácilmente solucionables, siendo la más frecuente mareo por hipotensión, que se corrigen cambiando la postura de la paciente, administrando líquidos y a veces con efedrina. Cefaleas, que pueden ser intensas, que no aparecen estando acostada y que se corrigen en 2 - 3 días. Estas cefaleas aparecen cuando accidentalmente, bien la aguja o bien el catéter, pinchan la duramadre, permitiendo la salida de pequeñas cantidades de líquido cefalorraquídeo. A veces es necesario colocar una sonda urinaria a la paciente hasta 2-3 horas siguientes a la retirada de la perfusión epidural, hasta que la vejiga recupere su tono muscular normal.

Las complicaciones graves, incluso fatales, son excepcionales, e incluyen reacciones alérgicas, hematomas epidurales, infecciones o abscesos epidurales, convulsiones por administración del anestésico local intravenoso, etc. Repito que aunque están descritas en la literatura médica, su aparición es excepcional.

Ocasionalmente, la analgesia epidural es insuficiente, o está parcheada (zonas con dolor junto a zonas con buena analgesia) o es unilateral (un lado duele y el otro no). Estas situaciones son debidas habitualmente a una colocación inadecuada del catéter, una migración del mismo por el manguito de una raíz nerviosa, o bandas fibrosas existentes en el espacio epidural que lo dividen y dificultan la llegada del anestésico a todos los nervios. La recolocación del catéter suele solucionar este problema.

En cualquier caso, la mayor seguridad la proporciona un anestesiólogo experimentado en analgesia obstétrica, que además resolverá cualquier duda que la paciente tenga en el momento de administrar la analgesia epidural.

La analgesia epidural es actualmente la técnica más segura para madre e hijo, y la más eficaz. Actualmente su uso está generalizado debido a su relativa inocuidad, rapidez de acción y eficacia.

© Mifarmacia.es. Departamento de contenidos
Dr. M. García Muñoz
Especialista en Anestesia, Reanimación y Tratamiento del Dolor.


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